Vale más ser indigno, que indigno parecer,
y más cuando sin serlo, te acusan de haber sido,
que no existe placer al verse así juzgado,
no por nuestro sentir, sino por lo que ven.
¿Porqué deben los falsos ojos adulterados,
criticar con sus puyas a mi sangre vivaz,
o mis fragilidades, delicados espías,
que a su antojo censuran lo que tengo de bueno?
Soy solamente aquello que soy, y quienes miden
mis excesos reflejan, la cuenta de los suyos.
Tal vez yo vaya recto, cuando ellos van torcidos,
y con su torpe mente, no aprecien mis virtudes.
A menos que me afirmen que existe un mal común:
Que los hombres son malos y triunfa su vileza