Soneto 34
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¿Por qué me prometiste, un
día tan hermoso,
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haciéndome viajar a cuerpo sin mi manto, |
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dejando que las nubes, crucen por mi camino |
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y en su podrido humo, ocultar tu valía? |
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No vale que tú, rompas, entre las negras
nubes,
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para secar la lluvia de mi abatido rostro, |
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pues nadie puede hablar, de bálsamo o remedio, |
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que cierre las heridas sin curar la desgracia. |
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Ni puede tu vergüenza, dar cuerpo a mi
dolor,
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aunque tú, te arrepientas, llevo las de perder, |
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que el dolor del que ofende, es un débil alivio, |
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para él que lleva el peso de la mayor ofensa. |
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Pero son como perlas, mis lágrimas de
amor
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y al caer me redimen de tus malas acciones. |
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trad. Ramón García González
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